TEXTOS DE “LISÍSTRATA”

 

Traducción y notas de Luis M. Macía Aparicio. Ediciones Clásicas. Madrid, 1993.

 

Texto 1: Lisístrata, ateniense, explica a mujeres de otras ciudades griegas las razones de convocarlas en asamblea. Diálogo entre ellas.(90 –130)

Texto 2: Concreción de la estrategia a seguir por parte de la asamblea de mujeres y juramento para cumplir el acuerdo.(160 – 200)

Texto 3: Enfrentamiento entre el Corifeo de hombres, que pretende echar a las mujeres de la Acrópolis, y el coro de mujeres.(300 – 350)

Texto 4: Diálogo rápido entre los corifeos de viejos y viejas, enfrentados, con alusiones y frases de doble sentido.(360 – 390)

Texto 5: Lisístrata expone la necesidad y la voluntad de las mujeres de controlar la administración del dinero, causante de la guerra.(480 – 510)

Texto 6: Se expone la situación de las mujeres y la diferente visión de los hombres y las mujeres de la vida y la realidad. (510 – 560)

Texto 7: Comparación entre la vida en la ciudad y el trabajo con la lana de las mujeres en el hogar. Visión realista de las consecuencias de la guerra en la vida diaria.(560 – 600)

Texto 8: Necesidad de mantener la unidad de acción entre las mujeres, utilizando las predicciones de un oráculo, su posible interpretación y cumplimiento. (760 – 780)

Texto 9: Lisístrata recuerda a espartanos y atenienses las veces que han colaborado y se han ayudado mutuamente como ejemplo para la reconciliación y el final de la guerra.(1100 – 1160)

Texto 10: Celebración del acuerdo de final de la guerra. Los coros recitan juntos los ofrecimientos de bienvenida y paz, con guiños y broma final al público. (1180 – 1220)


TEXTOS DE “LISÍSTRATA”


TEXTO 1


LAMPITO.- ¿Y quién ha convocado entonces esta reunión de mujeres?

LISÍSTRATA.- Yo misma.

LAMPITO.- Explícanos pues qué quieres.

CLEÓNICA.- Por Zeus, querida, di de una vez lo que te preocupa.

LISÍSTRATA.- Ahora hablaré, pero antes quiero haceros una pregunta muy simple.

CLEÓNICA.- La que tú quieras.

LISÍSTRATA.- ¿No echáis de menos a los padres de vuestros hijos, que están en campaña? Pues bien sé yo que los maridos de todas vosotras están fuera de casa.

CLEÓNICA.- El mío, ay de mí, lleva fuera de casa cinco meses: está en Tracia vigilando a Éucrates.1

MIRRINA.- Pues el mío, ocho meses completos en Pilos.

LAMPITO.- Y el mío, si alguna vez viene de su regimiento, volando agarra el escudo y se marcha como una exhalación.

LISÍSTRATA.- Ni siquiera de amantes ha quedado ni una chispa; y desde que nos traicionaron los milesios no he visto ni un solo consolador de un palmo que nos sirva de ayuda con su cuero. ¿Querríais, pues, si encuentro el modo, ayudarme a terminar con la guerra?

CLEÓNICA.- Yo sí, por las dos diosas, aunque tuviera que dejar hoy mismo en prenda esta mantilla ...y beberme lo que me dieran por ella.

MIRRINA.- Y yo. Aunque tuviera que entregar la mitad de mí misma, cortándome por enmedio como un lenguado.

LAMPITO.- Y yo. Aunque tuviera que subirme al Taigeto, si desde allí he de ver la paz.

LISÍSTRATA.- Hablaré entonces; no hay que ocultar el plan. Mujeres, si hemos de forzar a nuestros maridos a vivir en paz, hemos de abstenernos...

CLEÓNICA.- ¿De qué?

LISÍSTRATA.- ¿Lo haréis?

CLEÓNICA.- Lo haremos aunque tengamos que morir.

LISÍSTRATA.- Pues bien, hemos de abstenernos de la polla. (Murmullos y gestos de espanto) ¿Por qué os volvéis? ¿Adónde vais? Vosotras, ¿por qué torcéis el gesto y negáis con la cabeza? ¿Por qué palidecéis? ¿A qué vienen esas lágrimas? ¿Lo haréis o no; qué problema tenéis?

1 Estratego ateniense que, sospechoso de traición, era vigilado por los propios soldados a su mando.

 


TEXTO 2


LAMPITO.- Nosotras convenceremos a nuestros maridos de que vivan en paz sin dolo ni engaño, ¿pero cómo se podría convencer a las tumultuosas asambleas de los atenienses para que no desbarren?

LISÍSTRATA.- No te preocupes. Convencer a ésos corre de nuestra cuenta.

LAMPITO.- No, mientras marchen las trirremes y el tesoro inagotable esté en el templo de la diosa.

LISÍSTRATA.- Eso también está previsto: hoy mismo nos adueñaremos de la Acrópolis. Se han dado órdenes a las más viejas de que lo hagan mientras nosotras organizamos esto: fingiendo que van a hacer un sacrificio tomarán la Acrópolis.

LAMPITO.- Todo irá bien, pues lo que dices es razonable.

LISÍSTRATA.- ¿Por qué entonces, Lampito, no nos juramentamos para que nuestro acuerdo no se pueda romper?

LAMPITO.- Expón la fórmula con la que juraremos.

LISÍSTRATA.- Bien dices. ¿Dónde está la escita? ¿Qué miras? Pon ahí delante boca arriba el escudo, y dadme alguna de vosotras las vísceras para el sacrificio.

CLEÓNICA.- Lisístrata, ¿qué juramento nos harás jurar?

LISÍSTRATA.- ¿ Cuál ? Sobre un escudo, como dicen que hizo Esquilo una vez, degollaremos un cordero.

CLEÓNICA.- No jures nada sobre la paz en un escudo, Lisístrata.

LISÍSTRATA.- ¿Cuál será el juramento entonces? ¿Cogemos en alguna parte un caballo blanco y le sacamos las entrañas?

CLEÓNICA.- ¿ Y dónde hay un caballo blanco?

LISÍSTRATA.- ¿Pues cómo juramos?

CLEÓNICA.- Yo te lo diré si quieres, por Zeus: ponemos en el suelo una copa negra bien grande, boca arriba, y degollando un odre de vino de Tasos juraremos no echarle agua a la copa.

LAMPITO.- ¡ Oh, no puedo decir cuánto apruebo ese juramento!

LISÍSTRATA.- Traed alguna la copa y el odre.


TEXTO 3


CORIFEO.- Este fuego se ha avivado y se eleva gracias a los dioses. ¿Qué tal si primero dejamos aquí mismo los maderos, metemos un puñado de sarmientos en la marmita y los prendemos fuego y luego nos lanzamos contra la puerta en tropel? Y si ante nuestra llamada las mujeres no descorren los cerrojos, menester será prender fuego a las puertas y hostigarlas con el humo. Dejemos ya la carga. (...) ¡Qué barbaridad de humo! ¿No nos ayudaría algún estratego de Samos a llevar los maderos? (...) Éstos ya han dejado de partirme el espinazo. Ahora, marmita, te toca a ti avivar la brasa para que ella me proporcione la llama de mi antorcha.

¡Victoria soberana, ponte a nuestro lado, para que podamos elevar un trofeo por nuestro triunfo sobre la osadía actual de las mujeres de la Acrópolis!

(Mientras acercan sus teas a las puertas, entra el coro de viejas por el lado opuesto. Traen cántaros llenos de agua)

CORIFEO.- Me parece, mujeres, que veo vapor y humo, como si ardiera un fuego. Hay que darse prisa.

CORO.- (Estrofa) ¡Vuela, vuela, Nicodice,

antes de que ardan Cálice

y Critila en el fuego que avivan

los vientos desapacibles

y los malditos viejos!

Pero temo llegar en ayuda demasiado tarde,

pues he llenado mi cántaro a oscuras en la fuente,

con dificultades por el jaleo de la multitud y

el entrechocar de las vasijas, empujada por siervas

y esclavos marcados a fuego. Deprisa

he cogido el agua, y a mis paisanas que se abrasan

les traigo agua para ayudarlas.

(Antístrofa) Es que he oído que unos viejos

idiotas se acercaban trayendo

a la Acrópolis leños de casi tres talentos de peso,

como si fueran a calentar un baño,

y profiriendo terribles amenazas:

que hay que reducir a tizones a las malditas mujeres.]

No las vea jamás yo quemadas, diosa, sino defendiendo]

de la guerra y de la estupidez a la Hélade y a los ciudadanos.]

Por eso, penacho de oro, dueña de la ciudad, ocupé tu sede

y te llamo como aliada, Tritogenia: si a ellas

un hombre les mete fuego,

lleva con nosotras agua.


TEXTO 4


CORIFEO DE VIEJOS.- No hay poeta más sabio que Eurípides, pues no hay ninguna criatura tan odiosa como las mujeres.

CORIFEO DE VIEJAS.- Levantemos del suelo los cántaros de agua, Rodipa.

CORIFEO DE VIEJOS.- ¿Por qué, enemiga de los dioses, has venido hasta aquí con agua?

CORIFEO DE VIEJAS.- ¿Y por qué tú con fuego, sepulcro? ¿para prenderte fuego?

CORIFEO DE VIEJOS.- Yo, para amontonar una pira y prenderles fuego a tus amigas.

CORIFEO DE VIEJAS.- Y yo, para apagar tu pira con esto.

CORIFEO DE VIEJOS.- ¿Que tú vas a apagar mi fuego?

CORIFEO DE VIEJAS.- Los hechos te lo demostrarán enseguida.

CORIFEO DE VIEJOS.- No sé si achicharrarte con esta antorcha...

CORIFEO DE VIEJAS.- Si tienes roña, te daré para que te bañes.

CORIFEO DE VIEJOS.- ¿Tú bañarme a mí, sarnosa?

CORIFEO DE VIEJAS.- Sí, con un baño nupcial.

CORIFEO DE VIEJOS.- (A uno de los suyos) ¿Oyes tú la insolencia de ésta?

CORIFEO DE VIEJAS.- Soy una mujer libre.

CORIFEO DE VIEJOS.- Voy a terminar yo con tus voces.

CORIFEO DE VIEJAS.- No estamos en el tribunal.

CORIFEO DE VIEJOS.- (A su antorcha) ¡Quémale el pelo!

CORIFEO DE VIEJAS.- (A su cántaro ) ¡Ahora tú, río Aqueloo!

CORIFEO DE VIEJOS.- ¡Mísero de mí!

CORIFEO DE VIEJAS.- ¿Acaso estaba caliente?

CORIFEO DE VIEJOS.- ¿Cómo caliente? (Las mujeres vuelven a echarles agua) ¡No sigas! ¿Qué haces?

CORIFEO DE VIEJAS.- Te riego para que reverdezcas.

CORIFEO DE VIEJOS.- Yo ya estoy seco, y tirito.

CORIFEO DE VIEJAS.- Pues como tienes fuego, podrás calentarte tú solito.


TEXTO 5


CONSEJERO.- (A las mujeres) Pues bien: lo primero que quiero saber de vosotras, por Zeus, es con qué propósito clausurasteis nuestra Acrópolis con cerrojos.

LISÍSTRATA.- Para guardar a salvo el dinero y evitar que guerrearais por su culpa.

CONSEJERO.- Es, pues, del dinero la culpa de que estemos en guerra.

LISÍSTRATA.- Todo se perturba por su culpa. Es para poder robar para lo que Pisandro 2 y los que están en el poder siempre andan promoviendo revueltas. Pues bien, respecto a eso que hagan lo que quieran, pero a este dinero no van a ponerle ya la mano encima.

CONSEJERO.- ¿Pues qué harás?

LISÍSTRATA.- ¿ Y tú me lo preguntas? Nosotras lo administraremos.

CONSEJERO.- ¿Vosotras administraréis el dinero?

LISÍSTRATA.- ¿Por qué te extrañas? ¿No somos nosotras las que os lo administramos todo en casa?

CONSEJERO.- No es lo mismo.

LISÍSTRATA.- ¿Cómo que no?

CONSEJERO.- Con este dinero hay que hacer la guerra.

LISÍSTRATA.- Lo primero es que no hay ninguna necesidad de guerras.

CONSEJERO.- ¿Y cómo nos salvaremos si no?

LISÍSTRATA.- Nosotras os salvaremos.

CONSEJERO.- ¿Vosotras?

LISÍSTRATA.- Nosotras, sí.

CONSEJERO.- Esto es demasiado.

LISÍSTRATA.- Se te salvará, aunque tú no quieras.

CONSEJERO.- Es extraordinario eso que dices.

LISÍSTRATA.- Eso te molesta, pero se hará de todos modos.

CONSEJERO.- No tenéis derecho, por Deméter.

LISÍSTRATA.- Hay que salvarte, amigo.

CONSEJERO.- ¿Aunque yo no lo pida?

LISÍSTRATA.- Por eso especialmente.

CONSEJERO.- ¿Y de dónde os viene esa preocupación por el dinero y la paz?

LISÍSTRATA.- Te lo explicaremos.

CONSEJERO.- Habla enseguida, si no quieres llorar.

LISÍSTRATA.- Escucha pues y trata de contener tus manos.

CONSEJERO.- No puedo: se me hace difícil sujetarlas del cabreo que tengo.

CLEÓNICA.- Mucho más llorarás entonces. .

CONSEJERO.- Grazna para ti sola, vieja. Y tú, habla.

2 Uno de los principales cabecillas de la revolución oligárquica del 411, que desembocó en la creación de un Consejo de cuatrocientos miembros frente a los quinientos de la constitución de Solón y Clístenes.


TEXTO 6


LISÍSTRATA.- Durante los primeros tiempos de esta guerra, nosotras con nuestra natural discreción -no nos dejabais ni rechistar- hemos aguantado todo cuanto hacíais los hombres, aunque no nos gustaba nada. Pero comprendíamos bien lo que hacíais, y muchas veces en casa nos enterábamos de que habíais tomado decisiones equivocadas sobre asuntos de importancia. Y entonces, aunque afligidas en el fondo, os preguntábamos sonriendo: «¿Qué decreto referente a treguas de paz habéis hecho inscribir en las estelas en la asamblea de hoy?». «¿Y a ti, qué?», decían nuestros maridos, «cállate». Y yo me callaba.

CLEÓNICA.- Pues yo no me callaba nunca.

CONSEJERO.- Pues vas a gemir si no te callas ahora.

LISÍSTRATA.- Así pues, yo me callaba. Y nos enterábamos de vuestras sucesivas decisiones, cada una más equivocada que la anterior, y entonces decíamos: «¿Cómo actuáis tan estúpidamente, marido?». Y él al instante me miraba de soslayo y me decía que si no seguía cosiendo lo iba a sentir largo rato en mi cabeza: «De la guerra se ocuparán los hombres». 3

CONSEJERO.- Bien decía aquél, por Zeus.

LISÍSTRATA.- ¿Cómo que bien, desdichado, si no podíamos ni aconsejaros cuando decidíais mal? Pero cuando os hemos oído ya decir abiertamente en la calle: «No hay hombres en este país», a lo que respondía otro «claro que no, por Zeus», hemos decidido unirnos todas las mujeres y salvar juntas a la Hélade, ¿pues de qué servía seguir esperando? Así pues, si vosotros queréis devolvernos a nosotras que decimos cosas útiles la misma atención y el silencio que manteníamos nosotras, aún conseguiremos enderezaros.

CONSEJERO.- ¿Vosotras a nosotros? Es extraordinario lo que dices e insoportable para mí.

LISÍSTRATA.- ¡Cállate!

CONSEJERO.- ¿Callarme yo, maldita, ante ti que llevas velo en torno a la cabeza? Antes morir.

LISÍSTRATA.- Si el velo te resulta un problema, toma, cógelo y póntelo tú en torno a tu cabeza, y luego cállate.

CLEÓNICA.- Y esta canastilla; y en el futuro a vivir tejiendo y masticando habas, de la guerra se ocuparán las mujeres.

CORIFEO DE VIEJAS.- Alejaos de los cántaros, mujeres, para que también nosotras ayudemos en lo que podamos a nuestras amigas.

CORO DE VIEJAS.-(Antístrofa) Nunca me cansaría de bailar;

mis rodillas no serían presa de la pesada fatiga.

Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa

en compañía de éstas por sus cualidades,

pues tienen prestancia, gracia, valor; sabiduría, patriotismo

y sensatez.

CORIFEO DE VIEJAS.- Vamos tú, la más machota de las ortigas madres y abuelas, adelante con ardor, no ablandaros: aún corréis con el viento a la espalda.

LISÍSTRATA.- Si Eros de dulce ánimo y Afrodita nacida en Chipre insuflan el deseo en nuestro pecho y en nuestros muslos y producen en nuestros maridos un agradable cosquilleo y una buena erección, creo que llegará el día en que los helenos nos llamen acabaguerras.

CONSEJERO.- ¿Por hacer qué?

LISÍSTRATA.- Sobre todo si terminamos con eso de que vayan al ágora hechos unos memos con su armadura completa.

3 Verso igual a Iliada VI 492.


TEXTO 7


CONSEJERO.- ¿ Y cómo vais vosotras a poder acabar con tantas cosas revueltas como hay en el país y desenredarlas?

LISÍSTRATA.- Muy fácilmente.

CONSEJERO.- ¿Cómo? Dilo.

LISÍSTRATA.- Como con una madeja: cuando se nos enreda, la cogemos así y la separamos con nuestros husos, uno por aquí, otro por allí; del mismo modo vamos a desenredar nosotras esta guerra, si se nos deja, separando a los dos bandos mediante embajadas, una hacia allí, otra hacia aquí.

CONSEJERO.- ¿Con la lana, las madejas y los husos como modelo creéis que podréis acabar con asuntos tan graves? Estáis locas.

LISÍSTRATA.- También vosotros si tuvierais cabeza haríais toda vuestra política tomando el manejo de la lana como modelo.

CONSEJERO.- ¿Cómo es eso, vamos a ver?

LISÍSTRATA.- Ante todo, como se hace con los vellones, habría que desprender de la ciudad en un baño de agua toda la porquería que tiene agarrada, quitar los nudos y eliminar a los malvados, vareándolos sobre un lecho de tablas, y a los que aún se quedan pegados y se apretujan para conseguir cargos arrancarlos con el cardador y cortarles la cabeza; cardar después en un canastillo la buena voluntad común, mezclando a todos los que la tienen sin excluir a los metecos y extranjeros que nos quieren bien y mezclar también allí a los que tienen deudas con el tesoro público y además, por Zeus, todas las ciudades que cuentan con colonos salidos de esta tierra, comprendiendo que todas ellas son para nosotros como mechones de lana esparcidos por el suelo cada cual por su lado. Y luego, cogiendo de todos ellos un hilo, reunirlos y juntarlos aquí y hacer con ellos un ovillo enorme y tejer de él un manto para el pueblo.

CONSEJERO.- Ya tiene narices que ovillen y vareen esto las que no participan en absoluto de la guerra.

LISÍSTRATA.- Pues bien, grandísimo canalla, soportamos más del doble de su peso que vosotros. Ante todo pariendo hijos y dejándolos ir lejos a servir como hoplitas.

CONSEJERO.- Calla, no recuerdes desgracias.

LISÍSTRATA.- Luego, cuando habría que pasárselo bien y disfrutar de la juventud, tenemos que dormir solas por culpa de las campañas. Y por lo que a mí respecta, pase; pero me aflijo por las muchachas que envejecen en su tálamo.

CONSEJERO.- ¿Es que los hombres no envejecen?

LISÍSTRATA.- Sí, por Zeus, pero no es lo mismo. El hombre llega, y aunque esté lleno de canas no tarda en encontrar una chica joven para casarse; pero la ocasión de la mujer es breve y si no la aprovecha, nadie quiere casarse con ella, y ella se queda a verlas venir.

 

TEXTO 8


LISÍSTRATA.- Dejaos de cuentos, buenas piezas. Añoráis a vuestros maridos, simplemente. Nosotras también, ¿qué os creéis? Bien sé yo qué penosas son las noches; pero resistid, amigas, tened paciencia aún durante algún tiempo, que un oráculo dice que venceremos si permanecemos unidas. Aquí lo tengo.

MUJER 3.- Dinos qué dice.

LISÍSTRATA.- Callad pues:

Cuando las golondrinas vuelen hacia un mismo lugar huyendo de las abubillas y se abstengan de follar, se terminarán los males, y arriba pondrá lo de debajo]

Zeus, que desde lo alto brama...

MUJER 3.- ¿O sea, que nosotras nos tumbaremos encima?

LISÍSTRATA.- Mas si se separan y con sus alas remontan el vuelo]

esas golondrinas desde el templo sagrado, no dudará nadie]

que no existe pájaro más amigo de la jodienda que ellas]

MUJER 3.- ¡ El oráculo es claro, por Zeus, oh dioses todos!

LISÍSTRATA.- No cejemos, pues, en nuestro empeño. Sigamos adelante, porque sería vergonzoso, queridas amigas, que traicionásemos al oráculo.


TEXTO 9


CORIFEO.- Te saludo, la más machota de todas. Ahora tienes que ser terrible y delicada, buena y perversa, altanera y llana y tener mano izquierda, porque los primeros entre los helenos, prisioneros de tu encanto, están de acuerdo contigo y con común decisión someten a tu arbitrio todas sus diferencias.

LISÍSTRATA.- No es difícil la tarea si uno se encuentra con dos bandos que están irritados entre sí y no quieren saber nada unos de otros. Voy a saberlo enseguida. ¿Dónde está la Concordia? Coge primero a los lacedemonios y acércamelos, y no lo hagas con mano dura y violenta ni zafiamente, como los hombres de aquí, sino como cuadra a las mujeres: con delicadeza. Y si no te da la mano, tráemelo del bolo. Ahora haz lo mismo con estos atenienses: acércame a uno, agarrándole de donde te deje.

Hombres de Esparta, poneos derechos a mi lado. Y vosotros aquí; y escuchadme. Soy mujer pero hay raciocinio en mí4. Por mí misma no ando mal de inteligencia y además he oído hablar muchas veces a mi padre y a las personas de edad, así que mi instrucción es buena. Aquí os tengo y quiero afearos la conducta tanto al uno como al otro, y es justo, porque vosotros que como miembros de una misma familia habéis regado con una sola agua lustral altares en Olimpia, en las Termópilas, en Delfos - ¿cuántos podría mencionar si tuviera que extenderme?- ...destruís ciudades y gente helénica cuando al acecho hay enemigos con un ejército de bárbaros. Aquí concluye el primer punto de mi discurso.

PRÍTANIS.- (Que no pierde de vista a Concordia) ¡Me muero descapullado!

LISÍSTRATA.- Ahora me dirijo a vosotros, laconios. ¿Ignoráis aquella vez que el laconio Periclidas se postró en actitud de suplicante ante los altares de Atenas, pálido en sus vestidos de púrpura, solicitando un ejército? Mesenia os amenazaba por entonces y el dios había hecho temblar la tierra. Cimón llegó con cuatro mil hoplitas y salvó toda Lacedemonia. Y habiendo recibido ese trato de los atenienses asoláis su país, del que no habéis recibido más que bienes.

PRÍTANIS.- Son unos canallas, por Zeus, Lisístrata.

ESPARTANO.- (Que no deja de mirar a Concordia) Lo somos, pero no tengo palabras para describir un culo tan lindo.

LISÍSTRATA.- Y no creas que voy a dejaros sin lo vuestro a los atenienses. ¿Acaso no sabéis de cuando junto a vosotros, que llevabais aún la capa de los esclavos, vinieron los espartanos con sus armas y mataron a muchos tesalios y a muchos camaradas y aliados de Hipias, y que fueron los únicos que aquel día pelearon a vuestro lado y los que os dieron la libertad y los que volvieron a vestir al pueblo con el manto de lana, abandonando la capa de la esclavitud?.

4 Verso tomado de Eurípides.


TEXTO 10


LISÍSTRATA.- Y ahora purificaos para que las mujeres os agasajemos en la Acrópolis con lo que tenemos en los canastos. Una vez allí, intercambiad juramentos y garantías de lealtad, y luego que cada uno se largue llevándose a su mujer.

PRÍTANIS.- Pues vayamos enseguida.

ESPARTANO.- Llévanos adonde tú quieras.

PRÍTANIS.- Sí, por Zeus, llévanos a toda prisa

LOS DOS COROS.- (Antístrofa) Colchas multicolores,

chales, túnicas finas

y joyas: cuanto poseo.

No tengo inconveniente en dároslo a llevar a todos para vuestros hijos y para vuestra hija cuando sea canéforo.]

A todos os digo que cojáis de las cosas

que ahora tengo dentro

y que no hay nada tan firmemente guardado

cuyos sellos

no puedan romperse

y dejar escapar lo que hay dentro. ¡Mas nada veréis mirando,

si vuestra vista

no es más aguda que la mía!

(Antístr. 2) Si uno de vosotros no tiene comida

pero alimenta sirvientes

y una numerosa prole,

puede obtener de nosotros grano de cereal

y pan de trigo de la artesa:

a la vista está que es reciente.

El mendigo que quiera que vaya a mi casa

y que lleve consigo sacos

y alforjas: se llevará

grano. Mi criado Manes

se lo meterá en ellos.

Pero ante mi puerta, os lo aviso,

no vayáis,

no ante la mía:

¡guardaos de mi perro!5

5 El coro sorprende a los espectadores dando un giro inesperado a las palabras de invitación, como broma.